domingo, 10 de mayo de 2009

Benedicto XVI reza por la Tierra Prometida

El Pontífice habla de la necesidad de trabajar por la convivencia y la concordia en su discurso en el monte Nebo

Lilián Aguirre - Enviada Especial ( Por cortesia de la Razon)

AMMÁN- «Las tribus beduinas dan la bienvenida al Papa». Varios kilómetros antes de llegar al monte Nebo, decenas de pancartas que cruzaban de lado a lado la carretera recordaban lo que iba a suceder pocas horas después: «Mádaba abre sus brazos para recibir al Papa y sus huéspedes». Hacía poco que había amanecido, hubo que madrugar para encaminarse al monte de Moisés y esperar la llegada del Santo Padre, pero se observaba mucho movimiento. Muchos hombres paseando por los arcenes. «Policía secreta», nos explica un jordano. Tambien habían madrugado cientos de jovenes que esperaban al Papa entusiasmados. La iglesia erigida en la cima del monte Nebo conserva las columnas de la construida en el siglo VI. Forman un pasillo por el que Benedicto XVI entró en el lugar que conmemora el momento en el que Moisés, desde allí, contempló, tal como Dios le había anunciado, la Tierra Prometida de Canaán. Muchas personas se congregaron también en esa iglesia: representantes católicos, religiosas y, sobre todo, franciscanos. Entre ellos el ministro general de la Orden de los Franciscanos Menores y superior de los Franciscanos en Tierra Santa, el español (de Orense) Fray José Rodríguez Carballo, que en declaraciones a LA RAZÓN explicó que «la visita del Santo Padre viene a dar ánimo a los cristianos de esta zona, y los franciscanos estamos entre ellos, llevamos 8 siglos siendo custodios en Tierra Santa. También es importante porque esta zona es conflictiva y el Papa hablará de paz en este viaje. Que venga al monte Nebo es fundamental porque Moisés es venerado por las tres religiones monoteístas». Fray José nos habló con preocupación de la situación de los cristianos en Tierra Santa, no en Jordania, «donde hay un grupo grande, un millón aproximadamente, muchos de ellos llegados de Irak». Pero en el resto de Tierra Santa la situación «es precaria. En el año 73 en Belén había un 75 por ciento de población cristiana y hoy sólo alcanza al 20 por ciento. Corremos el riesgo de más». Fray José Rodríguez pidió que se aúnen esfuerzos para que la presencia cristiana sea mayor en el futuro, «porque los cristianos tenemos algo que decir sobre la paz entre judíos y musulmanes». En su discurso, el Papa habló fundamentalmente de paz. Y de Jerusalén. Y de la necesidad de la convivencia y la concordia. Y dijo: «Es justo que comience aquí, en esta montaña, mi peregrinación a los Santos Lugares, que el magnífico escenario que se ve desde este sitio nos refleja el gran plan de salvación que Dios había preparado para su pueblo». Antes de salir, el Santo Padre tuvo un momento de recogimiento y posteriormente rezó un padrenuestro. Como es habitual en sus apariciones públicas, Benedicto XVI se paró a acariciar a una niña, hija de uno de los periodistas, cuando salía de la iglesia. Antes de subir al papamóvil (que utilizó en el monte Nebo por primera vez en su visita a este país), el Pontífice pidió un momento «para mirar» y se asomó al mirador señalado con una cruz y una serpiente (símbolos de la curación y la vida) desde donde se puede observar, habitualmente, el río Jordan, Jericó y las montañas de Jerusalén. Ayer, sin embargo, la climatología no acompañaba y resultaba complicado intuir el panorama que debió contemplar Moisés. A continuación, el Pontífice se dirigió a la Universidad del Patriarcado Latino en Mádaba para bendecir su primera piedra. El Santo Padre hizo referencia al lema de la universidad, «Sabiduría y conocimiento», subrayando que la «ciencia tiene sus límites». «La persona humana, su puesto y lugar en el universo no pueden ser abarcados por la ciencia», afirmó.

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